PAMPLONA (NAVARRA)
desde
primera hora de la mañana la multitud se agolpa en la plaza
Hagamos un poco de historia.
Ya desde el año 1591 la ciudad tenía su propia fiesta que se celebraba hasta entonces el 10 de octubre.
San Fermín era y es su patrón, en recuerdo del santo que evangelizó la Pompaelo romana, fundada por Pompeyo, y origen de la actual Pamplona.
Pero el obispado de la ciudad trasladó dicha festividad con el objetivo de que coincidiera con una importante feria de ganado local de comienzos de verano.
Esa fiesta
de ganado era acompañada de una corrida de toros, y ese es también el origen de
los encierros.
ayuntamiento
De esta manera, como coso taurino se utilizó la plaza del Castillo, a cuyos toriles llegaban a primera hora del día los astados desde las afueras de Pamplona.
san fermín patrón de pamplona es sacado con sus mejores galas
Por algún motivo o, simplemente por la temeridad propia de la edad, antes y ahora, a los jóvenes de la época les hizo gracia correr delante de los morlacos.
Y la tradición fue asentándose con los años.
Hoy en día
el encierro se ha convertido en uno de los principales atractivos de la fiesta
navarra, imitado por doquier ya no sólo en la comunidad Foral, sino en toda
España, e incluso en otros países.
Evidentemente, cuanto más lejos de nuestras fronteras, más se queda en eso; en
burda imitación.
Pero volvamos a la fiesta.
la imagen más conocida de la celebración navarra
En las primeras horas de la mañana, a las ocho en punto, y durante unos pocos pero intensos minutos (a partir de ahora quizás los más intensos en la vida de muchos visitantes) numerosos mozos correrán perseguidos por los toros a través de las resbaladizas calles del casco viejo pamplonica, comenzando en la ya famosa Cuesta de Santo Domingo, desde donde salen los astados, pasando por la plaza del Ayuntamiento y las calles de Mercaderes y Estafeta, hasta llegar a la plaza, donde se agolpa la multitud expectante.
Muchos
espectadores llevarán apostados en las vallas desde las cinco o las seis de la
mañana para presenciar el espectáculo en primera fila.
jóvenes descansando de la frenética actividad durante las fiestas
Cuando los
toros entran en el coso por fin, para esperar la suerte de la tarde, un cuarto
cohete indica el final del encierro por ese día. Son sólo 800 metros, y hablamos
de minutos pero es uno de los trayectos más apasionantes y emocionantes que uno
pueda recorrer jamás.
Los años han perfilado auténticos especialistas en el tema, y es que la carrera tiene sus propias reglas no escritas.
Para comenzar, las viejas calles descritas se tornan peligrosamente resbaladizas cuando ha llovido en las horas previas.
Y ese
peligro no se produce tanto porque el corredor pueda resbalar y caer
(probablemente, si se queda inerte en el suelo, el animal no le prestará la
mayor atención), sino por la caídas de los propios morlacos, que se van
distanciando del resto del a manada, produciendo así un mayor descontrol y
peligro en el recorrido.
El buen corredor sabe que no ha de tocar al animal, ni colgarse del astado, ni
humillarlo, y mucho menos citarlo.
multitud de visitantes aprovechan plazas y parques para descansar
Entre otras cosas y al margen del respeto que el pamplonica y cualquier buen aficionado le suscita el noble animal, porque puede deparar que el toro varíe el sentido de su marcha.
Pero
lamentablemente, estas leyes no escritas cada vez son más incumplidas a causa de
la creciente afluencia de visitantes a las fiestas y el poco entendimiento de
muchos descerebrados corredores ocasionales.
La ignorancia del tema depara que cada año la mayor parte de los heridos sean
precisamente extranjeros.
La fiesta no concluye con la finalización del encierro, ni mucho menos. Quizás
ahora es el momento de desayunar en cualquier bar, reconvertido en ocasional
mentidero donde unos y otros cuentan sus proezas delante de los toros.
O quizás convenga una matinal siesta. En San Fermín apenas se duerme. ¿Quién quiere dormirse en la fiesta –para muchos- más importante del mundo?.
Y ya por la tarde, acudir a la corrida, otro acontecimiento popular al que las numerosas y diferentes peñas con sus charangas y desfiles se encargarán de poner color al ambiente.
Y por la
noche, buena cena que para algunos será comida, fuegos artificiales y, sobre
todo, bailes y celebraciones de todo tipo para todas las edades, que en eso la
fiesta de San Fermín no veta ni mira mal a nadie por motivos de ningún tipo.
Pero todo lo bueno acaba, y al llegar el 14 de julio, exhaustos, afónicos, cansados, pero felices, no hay más remedio que despedirse del Santo en emotiva ceremonia simbólica de adiós, que para muchos será tan triste como la despedida de un amigo real, mientras escuchamos a miles de gargantas entonar el Pobre de mi…
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